El escritor y profesor Benjamin Gorman, quien se mudó a Barcelona con su familia, relató al medio que «cuando Trump ganó, sabía que teníamos que escapar». Gorman, activista por la justicia racial, dijo sentirse como un «refugiado político» tras recibir amenazas de muerte. Su caso, junto al de su pareja y su hijo, es un ejemplo de cómo los miedos a la censura y la invalidación de derechos, como los de personas transgénero, impulsan a los estadounidenses a emigrar. «Mi país se ha convertido en una fuente de bochorno», sentenció.
Fred Guerrier, cineasta de 43 años, se mudó a Madrid porque estaba «harto» de que todo girara en torno a la política de Trump. Según El País, el cineasta, que ya conocía la ciudad, busca alejarse del estrés político y cree que el presidente «está quemando el edificio entero» y que solo unos pocos se salvarán en la cima.
El temor a la violencia y el racismo también es un motor. Chris Kelly, californiana de San Diego, se mudó con su hija mulata a Barcelona, tras un ultimátum de la adolescente. «Me dijo que, si Trump volvía a ganar, no quería seguir allí», relató a El País. Kelly denunció la «progresiva pérdida de derechos y libertades» y el miedo a los tiroteos en las escuelas y los procesos migratorios sin garantías que han afectado a su familia.
Casos similares se replican en otros puntos de España. Deborah Harkness, radicada en Málaga, compara la consolidación de poder de Trump con las «etapas iniciales del franquismo y el fascismo de Mussolini», mientras que Leia Anderson, de Kansas City, que se mudará a Barcelona, expresó su temor por las políticas antitrans de la administración. Richard Cope, un analista judío que ahora vive en Nerja, señaló que la elección de su familia fue «debido a la MAGA-ficación de Estados Unidos» y que, al tener un hijo gay, sabe «demasiado bien lo que sucede cuando una sociedad crea grupos marginados».
Para la mayoría de estas familias, el viaje es de solo ida. Gorman y Kelly declararon a El País que no planean regresar mientras Trump sea presidente, y creen que el daño causado «va a durar al menos una generación». Este movimiento de expatriados, aunque no es un éxodo masivo, evidencia un profundo descontento social y político que está llevando a ciudadanos de EE.UU. a buscar en España la tranquilidad y seguridad que, según ellos, su propio país ha perdido.
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